martes, 3 de septiembre de 2019

Quince años no es nada




Hace exactamente quince años que me recibí, días más días menos. Obviamente ya llevaba un tiempo trabajando, las profes de Lengua tenemos esa ventaja sobre otras profesiones que no pueden ejercerse sin título habilitante. Claro que no he matado a nadie, pero seguro que, con o sin título, me he equivocado y me sigo equivocando en mi trabajo.
Porque la docencia es, realmente, un aprendizaje permanente: dejando de lado el hecho de que "enseño" más de cinco asignaturas (entre ellas Comprensión y Producción de Textos, Cultura Grecolatina, Latín, Didáctica de la Lengua, Filología Hispánica...) siempre estoy descubriendo nuevas formas de vincularme con mis estudiantes, con mis colegas, con mis superiores. 
¿Qué ha cambiado en quince años? Todo. Preparé cada una de las materias que rendí sacando fotocopias y pasando mañanas enteras en la biblioteca de la Facultad. Escribí mi tesis de Maestría en mi computadora personal, todas las tardes de 3 a 5 mientras mi bebé dormía la siesta. Hoy completo mis clases con grupos cerrados de Facebook y aulas virtuales ¿Cómo daremos clases en diez años? No lo sé, pero no me asusta cambiar, y pienso ser una viejita curiosa hasta que me jubilen. 

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